Amor en código binario

Amor en código binario

Desde Asia volamos a América Latina, la próxima etapa es Buenos Aires, la tierra del asado, el football y las fiestas. Esta historia es diferente a las otras, porque la protagonista no es famosa y nunca ha ganado un premio por su coraje o su esfuerzo… todos la llaman Ana, yo la llamo “mammaaaaa”.

La historia empieza en el 1963, cuando Ana Maria nace en el hospital Sirio Libanes de Buenos Aires. Hija de Antonia y Salvador, dos italianos que partieron de Italia después de la segunda guerra mundial. Ana y su familia viven juntos con sus primitos y su infancia transcurre entre las fiestas de los tanos que se reúnen, las canciones de Salvador y los viajes de vacaciones al mar en auto con 8 personas adentro. Desde chiquita le dicen que tiene que estudiar, porque como repite siempre la madre Antonia, “la plata te la pueden robar, pero lo que tenés en la cabeza nadie te lo va a sacar”.

Ana va creciendo y de niña se convierte en una mujercita. La mandan a un colegio de monjas y con pocas ganas, cursa la escuela secundaria. El sueño de Anita es estudiar medicina, para ayudar a los demás. Pero su sueño se convierte en incertidumbre, descubren que el padre tiene cáncer y después de dos años de agonía Salvador parte al cielo dejando sola a Antonia con Ana y los hermanos, Ale y Katy. Antonia es una mujer fuerte y valiente y llega a mandar a los tres hijos a la facultad. Todos los médicos que vio Ana en esos años le hicieron cambiar de idea, ya no quería estudiar cómo funciona la máquina del cuerpo humano, su curiosidad es saber cómo funciona la máquina llamada computadora.

La carrera elegida es muy nueva en esa época, muchos le desaconsejan ese camino “¿qué es informática?” No tiene futuro, vas a perder el tiempo, es muy difícil le dicen todos, pero Antonia, con muchas dudas, le paga la facultad. Al principio el estudio le resulta difícil porque no tiene las nociones básicas de matemática, pero después arranca y a los 22 años se recibe. ¡Una estudiante modelo!

Empieza a trabajar como programadora de día, a la noche va a dar clases a la facultad y el sábado trabaja todo el día en una escuela de adolescentes enseñando informática. Una vida muy sacrificada, así que se toma una pausa y hace un viaje en Europa, tres meses de descanso. Una de las etapas del viaje es Limpidi, un pueblecito de Calabria donde nació Antonia, y donde Anita va a visitar a sus parientes italianos. Ahí conoce a Nino, uno de sus primos. Pasan mucho tiempo juntos, él la lleva a conocer lugares y entre una palabra en italiano y una en español empiezan a hablar el idioma universal del amor.

Paseando por Madrid, Barcelona, Paris, Roma, Toronto y muchas otras ciudades, los tres meses pasan volando, y ella regresa a Sudamérica. Cambia de trabajo y su carrera sigue en un Banco Canadiense. Después de pocos meses de su viaje, aparece Nino en Buenos Aires. Pasan el verano argentino entre el océano, la ciudad del tango y el enamoramiento. Pasan los días, y Nino tiene que volver a Italia, la tristeza es grande, pero los dos enamorados deciden seguir la historia de amor a distancia, porque el amor es más grande. Corre el año 1988, el noviazgo sigue por cartas, y las citas fijas son los viernes, cuando Nino la llama a Anita desde la cabina telefónica Sin Wapp, sin Skype, sin internet, solo con la fuerza de voluntad, los sentimientos siguen y se agrandan. Pasan dos años sin que Ana y Nino se vean, ella sigue trabajando en la Capital y él se muda al norte italiano para encontrar un trabajo que le permita realizar sus sueños, traer a Ana a Italia y formar una familia juntos. Y así, en 1990 él vuelve a Argentina con toda su familia, para casarse. Celebran el casamiento con una hermosa fiesta bailando toda la noche, y después de pocos días, con el alma partida de dolor Ana deja a su familia, su trabajo y sus amigos y sigue al amor de su vida a Italia.

Los primeros tiempos son difíciles para Ana, tiene que aprender el idioma, acostumbrarse a vivir en un pueblito, ya que ella que viene de una de las capitales más linda de Sudamérica. Entre una lagrima y otra, aprende italiano y se va acostumbrando a su nueva vida, de pronto una sorpresa, ¡yo! Es un año difícil, porque solo Nino trabaja, y haciendo cuentas para llegar a fin de mes y sacrificio, la vida sigue con alegría y llena de amor en la nueva familia.  Ana decide que tiene que empezar a trabajar, y encuentra trabajo en Brescia, todas las mañanas a la madrugada toma el tren hacia Brescia y va a trabajar como analista de sistemas, al atardecer Nino y yo la vamos a buscar a la estación.

Es una etapa muy dura para Ana, es una  madre que tiene que dejar a su hija todas la mañana durmiendo y vuelve a la nochesita. Además, se encuentra con todas las dificultades de una mujer que trabaja en un campo como la informática, que en 1994 todavía era relativamente nuevo y un ámbito muy machista. Sin hablar del hecho que no era solo una mujer y una madre sino también extranjera. Igual Ana sigue como un tren y con su carácter fuerte y determinado comienza su carrera en Italia. Es necesario hacer un paréntesis, Ana pudo hacer lo que hizo gracias a Nino que le dio todo su apoyo. Fue y es el amor de su vida, con quien pudo formar una hermosa familia, el consejero cuando tiene problemas en el trabajo, el amigo que le seca sus lágrimas cuando está triste por la distancia con su madre, o quien le compra un pasaje como sorpresa, para asistir al casamiento de su hermano. Un hombre que renunció a su carrera laboral, que dejó de lado el orgullo machista para darle espacio a una esposa que tenía objetivos en su vida laboral y quería realizarse como mujer, como madre y como profesional.

Nace Mauro, la familia se agranda y nos mudamos a Brescia, cerca del trabajo de Ana a una casa más grande. Ana sigue su carrera, ascendiendo laboralmente, dedicándose a los hijos, organizando las fiestas de cumpleaños, atendiendo a los huéspedes que llegan a su casa, sabiendo que todas las noches la espera en casa Nino con la comida lista.

Ojalá mi futuro marido sea un compañero como mi padre. Ojalá yo pueda tener la fuerza, la determinación y el amor que tuvo mi madre para tener éxito en su vida. Porque a pesar de que fue un camino difícil desde el principio y el trabajo fue muy sacrificado, ella puso siempre pasión en lo que hacía, luchando contra todos y todas llegando a ser una profesional de éxito. Sin olvidarse de seguir su corazón, siendo en una esposa atenta y la madre mejor del mundo.

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